Fito después de Fito, algo para decir sobre la serie de Netflix

Fito después de Fito, algo para decir sobre la serie de Netflix

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por Javier Minetti

Vi la biopic de Fito en Netflix después de vencer reparos infundados y prejuicios banales. Ante la insistencia de mi querido amigo Ariel Beccacece, arranqué en la noche del Sábado con el capitulo 1 y me atrapó la madrugada del Domingo lagrimeando con el capítulo final, de corrido y sin moverme demasiado, sorprendido y extasiado.

Puede parecer exagerado como calificación inicial, pero sería una impostura innecesaria mezquinar halagos a algo que está muy bien hecho. La serie arranca desde el nacimiento, tanto musical como humano, de Fito Paez. Tiene un guión y un montaje muy bien cuidado que permite saltos temporales desde el presente hacia atrás que conectan etapas con emociones y canciones que le dan mayor potencia a la historia. Las caracterizaciones de los personajes, todos ellos íntegramente reales, son maravillosas. Fabiana Cantilo, Cecilia Roth, Baglietto, o el propio Fito, parecen más legítimos que los de la vida real. La fotografía es excelente y hay planos que logran transmitir climas y sentimientos de mucha intensidad.

La historia llega hasta el disco de mayor éxito de la historia del rock argentino,” El amor después del amor”, y muestra a Fito en toda su intensidad, ingenuidad, debilidad, creatividad, y, en gran parte de la serie, como una hoja a merced de un huracán de tragedias y pérdidas, todas ellas fieles a lo sucedido y lejos de estar sobreactuadas en busca de un efectismo emocional, si no, por lo contrario, en determinadas ocasiones parece condescendiente con un destino despiadado. La historia de amor (Catalogarla como “relación” sería infravalorarla) con Fabi Cantilo, se lleva gran parte de la historia y explica solapadamente cómo la artista se convierte en musa involuntaria de muchas canciones, la máxima de ellas, “Fue amor” (Yo podría haberlo hecho mejor, vos podrías acercarte a mi…). Bien podría pensarse que Joaquín Sabina la usó para inspirar “Contigo”, ya que realmente en esa historia de amor ambos se entregan al punto de “morirme contigo si te matas, o matarme contigo si te mueres».

Es verdad que el cierre es bastante predecible con “Brillante sobre el mic” acompañando la aparición de fotos de la vida real, pero era demasiado tentador como menú para los créditos de la serie que resultaría injusto anotarlo en el debe del balance final. No dejen de verla, realmente vale la pena y el tiempo y, por otra parte, es un oasis entre las producciones de Netflix atadas a la agenda woke de la mayoría de sus series y películas.

Como adolescente de post dictadura, tengo muy presente al Fito que refleja la serie. Lo seguí de cerca y con admiración hasta Circo Beat y después ya no me generó mayor curiosidad, a pesar de tener obras muy buenas, inclusive un inmenso disco como Piazzolla x Piazzolla con Daniel Piazzolla Octect. Ciudad de pobres corazones es el disco que nace de la tragedia del asesinato de su familia y, obviamente, es el más oscuro y al mismo tiempo el que más fuerza tiene de todos, en ese aspecto hubiera preferido que la serie profundizara un poco más, pero probablemente hubiera caído en un pozo escabroso difícil de salir. Hago aquí un apartado autoreferencial y, de paso, pido perdón a mis vecinos por poner ese disco en loop hasta tres veces por día en momentos en que necesito algo de descarga emocional ahorrándome la terapia. Lo del perdón es por hacer temblar las ventanas unas horas, no por poner el disco.

Sin dudas, Fito ha sido y es el mejor de todos los que integraron la sobrevalorada trova rosarina (Lo de sobrevalorada va sin ánimo de generar polémica… bue, a lo mejor si) y, probablemente, el académicamente más formado de todos aquellos que nos daban un espacio de disfrute con el rock rosarino en las exequias de la dictadura.

Muchos amigos, en coincidencia con algunos comentarios en las redes, me planteaban su resistencia a ver la serie por las posiciones políticas que Paez había tenido tiempo atrás. Muchos recordarán la terrible frase “los porteños dan asco”, en relación al triunfo del macrismo, no recuerdo bien en que elección ni en que año. Eso, sumado a la foto de Fito tocando el piano con Aníbal Fernández y Sabatella como contertulios en una escena de íntima amistad, lo tiró al centro del huracán de la grieta made in Argentina.

Dos cosas al respecto: yo también tuve ese prejuicio antes de verla. Y me equivoqué. La serie necesariamente contextualiza el inicio de la historia en la dictadura militar y no hay en toda la producción ni un segundo destinado a bajar línea ideológica alguna. Y en ese aspecto, creo que es fiel a la realidad. No hay una sola canción de Paez que podamos identificarla con algún sector ideológico de la paleta argentina de colores políticos. Y si la hay, les agradecería que me digan cual es.

Segundo tema: no podemos caer en las mismas desviaciones que muchos criticamos. La inaceptable cancelación de artistas y de sus obras que llevan adelante grupos identitarios retrógrados, fundamentadas en posiciones políticas o ideológicas disidentes al catecismo progresista, no pueden ser avaladas ni practicadas por quienes tenemos un concepto de libertad plena a la hora de crear y pensar. Coherencia, por favor…

Fito, o cualquiera, puede tener los amigos que quiera y pensar como quiera. Seguramente esa frase fue una estupidez, pero, me tomo aquí la segunda licencia autoreferencial, si por cada estupidez que he dicho o he hecho me hubieran cortado un dedo, hoy andaría con pulidos muñones en mis manos y en mis pies. Así que, de mi parte, por mi salud y la de propios y extraños, me quedo con la maravilla de su obra y le agradezco el mágico disfrute que me produce un hecho tan insignificante como apretar la tecla de play en Spotify.

Vean la serie. Y si quieren, después me cuentan…


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