por Fabián Retamar
La ciudad de Rosario, que alguna vez pretendió convertirse en la capital del país, se va convirtiendo de a poco en la capital de las balaceras. Algunos hechos de violencia -principalmente aquellos donde las víctimas son niños- resultan inexplicables, indignantes, vergonzosos… inaceptables.
El lunes por la madrugada, Candelaria Enrique, de sólo 5 años, fallecía en el Sanatorio de la Mujer, el nosocomio donde había sido internada tras ser herida cerca de la zona craneal por una bala perdida cuando celebraba la navidad con su familia en la puerta de su vivienda de Iriondo al 3900.
Otro caso resonante había ocurrido a principios de mayo de este año cuando Auriazul, una niña de 6 años, fue asesinada junto a sus padres cuando llegaban a la casa de un familiar en Garibaldi al 57.
Unos meses después, a fines de octubre en Cerrillos al 3900 del barrio Vía Honda, fue baleada en la cabeza una nena, de 8 años, que quedó internada tras un ataque en el que otras dos personas resultaron heridas. La niña ingresó al Hospital de Niños Víctor J. Vilela en grave estado pero luego evolucionó favorablemente.
Ayer por la tarde en 24 de Septiembre y el pasaje Manantiales también en el barrio Vía Honda, desde una moto de alta cilindrada dispararaon a un grupo de personas resultando heridos un hombre de 32 años y un menor de 5.
El adulto fue trasladado al Hospital de Emergencias Clemente Álvarez con heridas en una de sus piernas mientras que el pequeño -que también resultó herido en una pierna- ingresó en el Hospital de Niños Víctor J. Vilela donde tras hacerle las primeras curaciones se aseguró que estaba estable y fuera de peligro.
Estos son sólo algunos de los tantos casos que suceden en una ciudad y sus alrededores. Una realidad terrible, horrorosa, desesperanzadora… una realidad triste que muchos han prometido cambiar y hasta ahora nadie ha podido.
