por Fabián Retamar
Hace un año, en abril de 2020, el antiguo Jefe de la Autoridad Estadounidense de Desarrollo e Investigación Biomédica Avanzada hizo públicas sus preocupaciones acerca de la financiación del desarrollo de un medicamento llamado Molnupiravir.
Sin embargo, en medio de la frenética carrera que por entonces se llevaba adelante para encontrar una vacuna efectiva contra el Covid 19, el Molnupiravir comenzó a experimentarse en animales.
Richard K. Plemper, el especialista que utilizó hurones para probar el efecto del fármaco sobre la propagación del Covid 19 afirmó: “Observamos desde el principio que tiene una actividad de amplio espectro contra los virus de ARN respiratorios y que el tratamiento oral de los animales infectados con el fármaco reduce la cantidad de partículas virales diseminadas en varios órdenes de magnitud, lo que reduce drásticamente la transmisión”.
Si estos datos basados en hurones se traducen en humanos, los pacientes con Covid-19 tratados con el medicamento podrían volverse «no infecciosos» dentro de las 24 horas posteriores al inicio del tratamiento.
Ya en junio de 2020, Ridgeback Biotherapeutics anunció el avance hacia las pruebas de la Fase II, cuyo objetivo era el de probar la eficacia del fármaco como tratamiento contra el COVID-19. En julio, dos pruebas con pequeñas cantidades de pacientes hospitalizados y no hospitalizados de los EE. UU. y el Reino Unido estaban ya en curso.
A finales de ese mes y sin haber publicado dato médico alguno, el Grupo Merck, quien había estado asociado con Ridgeback Biotherapeutics en el desarrollo del fármaco, anunció su intención de llevar al Molnupiravir a las etapas finales de los experimentos en septiembre de 2020.
De esta manera, el 19 de octubre de 2020, Merck comenzó una nueva etapa de las pruebas en Fase III centradas en personas internadas con la enfermedad. Si los resultados demuestran la efectividad esperada, la estrategia de inmunidad podría cambiar en todo el mundo.
